Según datos del Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO), el 84 % de las personas cuidadoras no profesionales en España son mujeres, una cifra que pone en evidencia la profunda feminización del cuidado. En el contexto del párkinson, el cuidado suele estar profundamente ligado al entorno familiar, y especialmente a las mujeres. Históricamente, el cuidado ha sido invisibilizado y considerado una extensión del rol femenino. Esta visión ha hecho que las tareas de cuidado no solo se esperen de las mujeres, sino que muchas veces no se valoren ni se reconozcan adecuadamente. En el caso del párkinson, esta situación se agudiza: muchas mujeres cuidadoras ni siquiera se nombran como tales, diciendo “solo soy su esposa”. Esta falta de reconocimiento conlleva consecuencias importantes: sobrecarga emocional, desgaste físico, aislamiento y un alto coste para su salud mental y bienestar.
Cuando los hombres asumen el papel de cuidadores, la percepción cambia. Sus acciones tienden a destacarse y valorarse más, como si fueran gestos excepcionales. Esta doble vara de medir refleja cómo las expectativas sociales siguen profundamente marcadas por el género. Además, los hombres que cuidan a menudo se enfrentan a la tarea sin una red de apoyo emocional sólida ni referentes claros, ya que los modelos tradicionales de masculinidad no han promovido el desarrollo de habilidades relacionadas con el cuidado.

Paquita Antolín
A mí nunca me han cuidado. Creo que hay una gran diferencia entre el cuidado que presta un hombre y el que presta una mujer. Lo peor es estar 24 horas los 7 días de la semana con él sin poder salir de casa. No quiero pensar en el futuro.

Conchi Camacho

Enrique Yagües
