Riesgos de la enfermedad de Parkinson en tiempos de pandemia y cómo afrontarlos

Dra. Araceli Alonso. Neuróloga de la Unidad de Trastornos del Movimiento. Hospital Ramón y Cajal

La experiencia clínica acumulada este año no sugiere un riesgo especial de las personas con párkinson de sufrir una enfermedad más grave por coronavirus, ni un riesgo especial de contagio. Por lo que las recomendaciones de prevención y actuación son las mismas que las de la población general.
Si has pasado la infección, especialmente si ha habido ingreso hospitalario, puede que los síntomas del párkinson se hayan agravado. Lo fundamental será retomar la actividad física diaria progresivamente, recuperarnos nutricionalmente y, una vez pasada la convalecencia, ver con el neurólogo si es necesario aumentar la medicación.

A continuación, explico algunos riesgos relacionados con la pandemia para las personas con párkinson y cómo afrontarlos:

El sedentarismo
El sedentarismo es el gran enemigo del párkinson, tanto en la nueva como en la vieja normalidad. El ejercicio físico diario es la única medida que previene el deterioro de la enfermedad, tanto dentro o fuera de casa y siempre se puede hacer: caminar, subir y bajar un escalón, hacer pedales, bicicleta estática, caminar en cinta, ejercicios de gimnasia (hay aplicaciones gratuitas, tutoriales en YouTube, escuelas de pilates y yoga que ofrecen clases online), baile, etc. Es prioritario porque el sedentarismo acarrea empeoramiento motor, cognitivo, anímico, del sueño. Antes de aumentar las pastillas o escalar a tratamientos más complejos, revisa cuánto ejercicio haces y cómo puedes perfeccionarlo. En pocas semanas la mejoría será evidente.

El aislamiento social y familiar
La falta de contacto con nuestros seres queridos, con amigos, los compañeros de terapias se cobra un coste emocional y anímico que a veces puede ser muy grave y puede acarrear otros problemas como depresión, falta de motivación, pérdida de interés por el ejercicio, desesperanza. Se deben buscar los modos de contactar de forma segura con nuestros semejantes, porque el miedo al contagio exagerado puede llevarnos a un aislamiento que nos haga caer en una pendiente de deterioro global. El contacto a través de pantallas, con mascarillas y en espacios abiertos también es satisfactorio y disminuye la sensación de soledad. Los antidepresivos y ansiolíticos no pueden reemplazar la interacción con otras personas, y los cuidadores y familiares se “queman” más si están aislados de otras personas.

Los trastornos del control de impulsos
El confinamiento y el aislamiento social, especialmente en personas que toman agonistas dopaminérgicos (pramipexol, ropinirol, rotigotina), pueden favorecer los comportamientos impulsivos: comprar por Internet, juegos online, comer mucho, desordenadamente y entre horas, aumento de la líbido… Estos trastornos del control de los impulsos pueden ser graves. Si esto ocurre, consulta con tu neurólogo porque seguramente será necesario reducir la dosis o suspender los agonistas dopaminérgicos, modificar otros tratamientos y a veces añadir fármacos que regulen la impulsividad.

Los trastornos de la percepción y el pensamiento
Las alucinaciones y los delirios (ideas de contenido negativo sin base real) también han sido más frecuentes en algunos pacientes con párkinson en estos meses, aunque es más probable en personas con problemas cognitivos previos. Son el resultado de la combinación entre la enfermedad y su tratamiento, que se tolera peor a medida que avanza la enfermedad. Los más comunes son:
– Ver personas en casa, conocidas o no, insectos u otros animales.
– Creer que uno debe ir a trabajar, o a ocuparse de asuntos urgentes, de cuidar de niños que ya han crecido hace muchos años.
– Pensar que alguien quiere hacernos daño, envenenarnos, robarnos.
Si esto ocurre, es importante comunicarlo a su neurólogo porque casi siempre hay que hacer ajustes de tratamiento. Recomendamos pasar más tiempo fuera de casa, principalmente por la tarde (que es cuando más frecuentemente ocurren), realizar actividades, ejercicio físico y llenar la casa de luz.

En definitiva, hay que mentalizarse para jugar lo mejor posible las cartas que tenemos: centrarse en lo sí podemos hacer, cambiar y controlar y agradecer a la vida lo mucho que tenemos. Apóyate en tu familia y entorno y consulta a tu neurólogo si lo necesitas. ¡Lo superaremos!

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